La salud mental en el Perú: un privilegio que no todos pueden pagar
En el país, el acceso a la atención psicológica sigue siendo un lujo: los altos costos y la falta de profesionales dejan a muchos sin ayuda.
Un sistema desigual
Cuando hablamos de salud mental en el Perú, hablamos de desigualdad. Si bien algunas personas pueden pagar terapias privadas, la mayoría tiene que enfrentar largas esperas o falta de atención. La psicóloga Ximena Urrutia lo resume con honestidad: «La situación de la salud mental en el Perú es caótica. No se le da la importancia que merece, y eso se nota incluso en los seguros: pocos cubren la atención psicológica o psiquiátrica de manera constante».
En el sistema público, solo hay 294 psiquiatras para los millones de peruanos. A esto se le suma la falta de psicólogos: el país cuenta con apenas diez por cada cien mil personas. Por otro lado, el sistema privado ofrece atención más rápida, pero resulta inalcanzable para la mayoría, aumentando aún más la brecha entre ambos sectores.
Una sesión de terapia psicológica privada en Lima no baja de los S/200 por consulta. En los hospitales públicos, los precios también han subido: el Hospital Larco Herrera cuadruplicó sus tarifas este año, cobrando más de S/300 por una semana de atención, según un artículo de La República.
Para Urrutia, esta brecha también se refleja en la continuidad del servicio: «En el sistema público no siempre hay continuidad: te cambian de especialista o no hay citas disponibles. En cambio, el sector privado ha mejorado, pero sigue siendo caro».
Barreras que van más allá del dinero
Según el Ministerio de Salud, hasta junio de 2025 se registraron 291 Centros de Salud Mental Comunitarios a nivel nacional. Sin embargo, esa cantidad no cubre toda la demanda: más de 4 millones de peruanos sufren trastornos como depresión, esquizofrenia o bipolaridad.

Si bien las consultas virtuales han mejorado el acceso a la atención psicológica, aún existen barreras difíciles de superar. «Los principales obstáculos son económicos y de ubicación», señala la psicóloga. «A veces el especialista está lejos y la gente no puede ir por el tráfico o los horarios. El tema online ha ayudado bastante, pero el factor económico sigue siendo la principal barrera».
Las consecuencias son profundas y muchas veces invisibles. «He tenido casos de niños que dejaron la terapia por falta de dinero y luego retrocedieron en su proceso», cuenta Urrutia. «Hay otros a los que simplemente se les pierde el rastro, y sabes que probablemente no están bien». Detrás de cada abandono hay una historia interrumpida por el costo o la falta de apoyo.
Entre el progreso y la desigualdad
A pesar de todo lo mencionado, la percepción social está cambiando. «Antes se creía que quien iba al psicólogo estaba loco. Hoy eso ha cambiado considerablemente. Ya no existe tanta vergüenza, ahora se considera un lujo poder asistir y pagar por tu espacio». Ese cambio de mirada revela una contradicción: el estigma ha disminuido, pero el acceso sigue siendo desigual.
De acuerdo con un artículo de Convoca.pe, el país necesitaría establecer 400 centros más para poder atender a toda la población. Las regiones con menor acceso son Callao, Lima, Lambayeque, Piura y La Libertad, lo que refleja la necesidad urgente de mejorar los servicios en todo el Perú.

Urrutia menciona que la solución debe ser estructural: «El Estado debería cubrir más la salud mental a través de los seguros. No solo es cuestión de dinero, sino de estructurar mejor la atención: el tratamiento psicológico requiere continuidad, no cambiar de especialista cada mes».
En lo que va del 2025, ha habido un aumento en los casos de suicidio, la mayoría relacionados con la depresión, la ansiedad y otros trastornos psiquiátricos. En el Perú, el cuidado de la salud mental sigue dependiendo de los recursos económicos y esa desigualdad continúa siendo una herida abierta.
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