“No tengo tiempo ni para mí”: el ritmo invisible que agota a los jóvenes
Entre prácticas, freelancing, estudios y redes, muchos jóvenes viven atrapados en una rutina que parece productiva, pero desgasta. Esta nota explora el ritmo invisible que consume tiempo, energía y creatividad, y propone formas de reconectar con uno mismo sin renunciar a lo que se ama.
El mito del joven “multitasker”
La narrativa del “joven que lo hace todo” se ha romantizado. Pero detrás de cada entrega, pitch y reel, hay agendas saturadas, cafés fríos y mentes que no paran. ¿Cuándo se volvió normal no tener tiempo ni para uno mismo?

Rutinas que gastan sin que lo notemos
No es que falte tiempo. Es que todo el tiempo está ocupado. Las rutinas de los jóvenes creativos se llenan de tareas que parecen pequeñas, pero juntas forman un muro: responder mensajes, editar entregas, revisar correos, preparar algo para mañana, pensar en lo que falta. Todo eso ocurre antes de que el día empiece realmente.
La rutina se vuelve invisible porque está normalizada. Pero ese “modo automático” desgasta. No hay espacio para el vacío, para el ocio, para el aburrimiento que permite que surjan ideas nuevas. Vivir sin pausas no es vivir más: es vivir menos.
Señales de que algo no está bien
- Sensación de vacío incluso después de “logros”
- Fatiga creativa: ideas que no fluyen
- Irritabilidad sin causa clara
- Dificultad para disfrutar lo que antes motivaba
- Aislamiento emocional

¿Y si el descanso también es parte de la rutina?
El descanso no es pausa: es parte del diseño. Reaprender a parar, a decir “no”, a desconectarse sin culpa, es parte de la adultez creativa. No se trata de rendirse, sino de sostenerse. La creatividad necesita oxígeno, no solo presión.
¿Cómo recuperar tiempo sin renunciar a lo que haces?
No se trata de abandonar proyectos ni de desconectarse por completo. Se trata de rediseñar el ritmo. Aquí algunas ideas:
- Celebrar lo que sí se logró, aunque no esté en la lista original.
- Reordenar prioridades cada semana, no cada año. Lo que era urgente el lunes puede no importar el viernes.
- Reservar una hora sin pantallas, no como castigo, sino como espacio creativo.
- Decidir qué no hacer, con la misma intención que decidir qué sí.
- Pedir ayuda sin culpa, especialmente cuando el tiempo ya no alcanza.
